Ghana es el nombre dado por los árabes
al Imperio soninké de Wagadu, y que probablemente podría derivar de
la deformación de la palabra árabe ghani, cuya significación sería
riqueza.
Ya desde el siglo VIII adquirió fama de
tierra rica en oro y se convirtió en el principal depósito del oro
sudanés que se extraía de los yacimientos aluviales, explotados por
la población local en el marco de las estructuras familiares,
durante la estación seca, tras los trabajos agrícolas. En la actualidad, los soninké son sobre
todo practicantes de religión musulmana, aunque conservan ciertas
creencias heredadas de la época previa a la islamización. De hecho,
al parecer, se mantiene un culto a la lluvia y a las fuerzas del
agua, cuyo origen se remonta al culto de Biida, la serpiente
protectora del imperio de Wagadu. Creen también en los “suxuna”,
unos seres capaces de infligir enfermedades mortales a hombres y
mujeres.
La capital del poderoso y rico imperio
ghanés fue Kumbi Saleh (antigua Ghana) situada en la encrucijada del
África negra y el mundo árabe. La mayoría de las casas eran de madera
y barro pero la clase alta vivía en casas de piedra y madera. Kumbi Saleh se componía de dos
aglomeraciones distantes entre sí unos 11 kilómetros: una, la
musulmana o ciudad comercial, habitada por los mercaderes
arabo-beréberes con una población de unos 20.000 habitantes, que
construyeron una docena de mezquitas. Los Ghanas toleraron la
difusión del Islam aunque nunca se convirtieron, como sí ocurrió
con los gobernantes de Takrur en lo que hoy es Senegal.
La
otra era la ciudad de los soninké o ciudad del rey, se llamaba El-Ghaba y estaba protegida
por una muralla de piedra dentro de la cual estaba el centro político
y religioso. Allí se encontraban el palacio imperial y bosques de
los árboles sagrados usados en los rituales religiosos de los
soninké. Se construyó luego una mezquita para los funcionarios
musulmanes.
Este alejamiento
es interpretado como una muestra de desconfianza entre las dos
culturas que convivían en el Imperio. La ciudad árabe, con sus doce
mezquitas, era un claro exponente del poderío islámico, que
presionaba sobre la cultura ancestral negra representada por una
tecnología rudimentaria y unas construcciones tipo choza de techo
redondo, destacando únicamente las más consistentes en donde vivía
la corte del rey o tunka, nombre que se dio a los últimos y más
poderosos soberanos.
Los más famosos reyes fueron el tunka Menin y
el tunka Beci, del siglo XI. Según al-Bakri, ambos soberanos eran
tío y sobrino y la sucesión era matrilineal. El tunka ejercía los
poderes políticos y religiosos que emanaban de su propia pertenencia
legítima a la familia real. Un Consejo del tunka formado por
numerosos dignatarios le asistía en los actos y decisiones oficiales
en medio de un vestuario y ceremonial rico en colorido y en adornos
de oro, que para muchos recordaba a la corte del Egipto faraónico.
El tunka delegaba sus poderes en administradores locales
representantes de los principales clanes territoriales que
controlaban la situación política en las llamadas provincias
imperiales. Mientras que en las provincias conquistadas la
administración la ejercían gobernadores que daban cuenta
directamente al rey. La justicia era impartida por el tunka
personalmente en los casos de litigios menores, pero en los grandes
asuntos de Estado era asistido por jueces, que incluso podían ser
musulmanes cuando afectaba intereses de dicha comunidad. Las
sanciones eran muy rígidas, lo cual tranquilizaba a la comunidad
islámica que se sentía arropada institucionalmente en sus tratos
comerciales.
La economía del imperio de Ghana tenía
dos aspectos muy diferenciados: por un lado, la agricultura y la
ganadería de las que vivían la mayor parte de la población, y por
otro, el comercio transahariano y las actividades artesanales. Desde
el siglo VIII hasta el siglo XII el imperio de Ghana fue una especie
de meta comercial a la que la gente iba a hacer fortuna en busca
sobre todo de oro que después servía para acuñar los dinares de
las dinastías islámicas del África mediterránea. Por otro lado el
comercio de la sal y su monopolio por los reyes de Ghana fue la otra
de las bases económicas de este imperio que controlaba su comercio
con los países negros del Sur. Después del oro y la sal, Ghana
proporcionaba al comercio transahariano esclavos, marfil y goma, y
recibía a su vez del Norte, cobre, trigo y productos de lujo como
perlas y vestidos.
Hacia el 1059 el crecimiento de la
población chocó con la expansión del desierto hacia el sur, con lo
que las importaciones de alimentos crecieron.
En la época de su máximo esplendor
Ghana llegó a contar, según las fuentes árabes, con un ejército
de 200.000 hombres de los cuales 40.000 eran arqueros. Pero todas
estas estructuras no pudieron contener el empuje creciente de
los Almorávides, que aprovechó para atacar Ghana en 1062, bajo la
dirección del general Abu-Bakr Ibn-Umar, que sitió la capital en
1067. El reino resistió más de diez años bajo el liderazgo de
Ghana Bassi y su sucesor Ghana Tunka Menin. Finalmente, en 1076,
Abu-Bakr Ibn-Umar capturó la capital y forzó a sus habitantes a
convertirse al Islam. Al morir Abu Bakr en 1087 la dominación
almorávide no le sobrevivió. Los soninké retomaron el control pero
con su poder debilitado.
En 1140, el radicalmente antimusulmán
pueblo Sosso del reino Kaniaga capturó gran parte del antiguo
imperio. Diara Kante tomó el control de Koumbi Saleh en 1180 y
estableció la dinastía Diarisso. Su hijo Soumaoro Kante lo sucedió
en 1203 y forzó al pueblo a pagarle tributos. En 1230, Kangaba lideró una rebelión
en favor del emperador mandé de Malí, Sundiata Keita, contra el
gobierno Sosso. Ghana Soumaba Cisse, vasallo de Sosso. Después de la
derrota de Soumaoro en la Batalla de Kirina en 1235, el nuevo
gobierno en Koumbi Saleh se declaró aliado del Imperio de Malí al
que pasó a pertenecer a partir de 1240.
hola
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