lunes, 21 de mayo de 2012

Breve historia desconocida: El Emperador de California

La primera pepita de oro de California la encontró por casualidad en 1848 el suizo Johann August Sutter (23 de febrero de 1803 – 18 de junio de 1880), que paradójicamente se arruinó por este descubrimiento, en Coloma, una acerería de su propiedad.

En 1834, Johan August Sutter, suizo-alemán, hijo de un fabricante de papel de Basilea, deja su patria, su mujer y sus hijos, arruinado y deshonrado por una quiebra. A pie cruza la frontera y llega a París. En el camino desvalija a dos compañeros de viaje; en París estafa con una letra de crédito falsa a un cliente de su padre. Luego, en El Havre se embarca para Nueva York. Desembarca el 7 de julio, pero en Nueva York no se retiene por mucho tiempo. Sutter se siente atraído por el Oeste. Parte de nuevo hacia lo desconocido. En Honolulu forma la Sutter's Pacific Trade Co.

Llegó a California el 2 de julio de 1839 con cartas de recomendación de la Hudson Bay Co. y de la Compañía Ruso Americana, cuando esta región aún pertenecía a México. Llegó a la Alta California después de haber viajado por los Estados Unidos, Hawai y las colonias rusas de Alaska, en donde pudo hacer una pequeña fortuna en el mercado de pieles. El comandante del presidio lo despachó a Monterrey para que hiciera el pago correspondiente en la aduana, y Sutter aprovechó la ocasión para pedir al gobernador, Juan Bautista de Alvarado, autorización para establecerse en el Valle Central, cerca del Río Sacramento, la cual obtuvo fácilmente de un gobernante que ya se había dado a conocer al enajenar de un plumazo todas las islas del Océano Pacífico sin mayores problemas. Por supuesto que Sutter se tuvo que hacer ciudadano mexicano y manifestar su religión católica, lo cual no era un trámite complicado, y junto con varios hawaianos que lo habían acompañado en su viaje y otros seis hombres se embarcaron en tres botes, navegaron varios días por la bahía hasta localizar la desembocadura del río Sacramento, ascendieron hasta donde la corriente del Pluma se incorpora a su caudal, desembarcaron, y cerca de allí empezaron a levantar una casa que tenía el aspecto de un fuerte. Muchos indios y mestizos fueron a trabajar para Sutter, quien se granjeó su amistad por el buen trato y las enseñanzas que les daba, aunque esta opinión no es compartida por todos los historiadores; pronto su propiedad de 8 500 hectáreas se convirtió en un importante centro productor ganadero y agrícola, y el Fuerte Sutter, como se conocía su casa, era escala obligada para los viajeros procedentes del este, que encontraban allí la hospitalidad y el descanso que tanto necesitaban después de prolongadas jornadas por la sierra.


En diez años se apropió de un territorio más extenso que la propia Suiza que denominó "Nueva Helvecia". Cuando Sutter llegó a California, la ciudad de San Francisco no era más que una pobre misión católica. Se instaló en el valle del río Sacramento con 150 hombres contratados en las islas Sandwich (actual Hawai). Expulsando a los indígenas y negociando con las lejanas autoridades mexicanas, en pocos años se convirtió en el mayor terrateniente de Norteamérica. Su proyecto "Nueva Helvecia" llegó a tener 25.000 hectáreas, 1.000 trabajadores, un ejército privado, 12.000 cabezas de ganado, etc. Fundó un gran rancho que se conocería en inglés como Sutter's Mill (o Sutter's Fort) en donde más tarde nacería Sacramento, la capital del estado de California.

Fue uno de los principales conspiradores en favor de la anexión de la Alta California (actual estado de California) a los Estados Unidos. En 1846 con motivo de la guerra entre México y Estados Unidos inicia la marina de guerra de Estados Unidos la invasión de las Californias, la lucha que se desató, bastante desigual, obligó a México a negociar la forma de concluir la catástrofe, la disyuntiva era aceptar la paz o continuar la guerra. Una vez firmado el armisticio la atención se centró en fijar los nuevos límites, México tras consultar al Congreso y a los gobiernos de la República se vio obligado a firmar el Tratado de Guadalupe-Hidalgo el 2 de febrero de 1848, perdiendo más de la mitad de su territorio, incluidos Alta California, Arizona, Nuevo México y Texas. En contra de lo por él esperado la anexión a Estados Unidos en lugar de reportarle más riquezas le llevó a la ruina. Es interesante porque fue pieza importante que favoreció la penetración y conquista de la provincia por los norteamericanos, además de que muestra no sólo la ambición y audacia de muchos aventureros como él, sino también la capacidad para reconocer las potencialidades del medio y convertirlas en realidades por medio del trabajo y el mantenimiento de buenas relaciones con los demás. Sus proyectos industriales se vieron truncados por el fenómeno migratorio que siguió al descubrimiento del oro. Suter trató de reconstruir su imperio mientras luchaba por sus derechos sobre la propiedad del oro en la justicia estadounidense.

Pero un buen día de 1848, uno de sus operarios, James Marshall, trajo en sus manos unas pepitas de oro que había encontrado en un río. Había tantas que con tan sólo remover el lecho del río florecían. Aquella noticia era tan importante que varios hombres, entre ellos el propio Sutter, decidieron mantenerla en secreto. A los pocos meses hordas tumultuosas invadieron las tierras de nuestro protagonista, destrozando sus tierras y su riqueza. Había comenzado la fiebre del oro. La mayoría de sus trabajadores le abandonaron para tratar de enriquecerse buscando oro y las multitudes de buscadores de oro llegadas de todo el mundo destruyeron sus propiedades. En una época en que era muy difícil llegar a California, se calcula que 90.000 aventureros llegaron desde Europa, Asia, Australia y todos los rincones de los Estados unidos en 1849, los que luego serán conocidos como los "forty-niners". San Francisco que era el punto de partida de toda esta gente, pasó de ser un pueblo a ser una ciudad de 25.000 habitantes.

Ante tal eventualidad, reivindica la propiedad del suelo sobre el cual se ha edificado San Francisco, Sacramento, Ríovista y otras ciudades, reclamando doscientos millones de dólares de indemnización por el despojo. Enjuicia a 17,221 particulares que se han establecido abusivamente en sus plantaciones. Reclama veinticinco millones dé dólares del Estado de California, por haberse apropiado de sus rutas, canales, puentes, esclusas y molinos; y cincuenta millones de dólares del gobierno de Washington, por no haber sabido mantener el orden en la época del descubrimiento del oro. Y sostiene su derecho a una parte del oro extraído desde el principio de la explotación. El fantástico proceso consume todas sus utilidades. Sutter tiene a su servicio un ejército de abogados, de peritos y de escribanos. Los Municipios y los particulares enjuiciados tienen a su servicio otro ejército. «Es un nuevo rush, una mina inesperada, y todo el mundo quiere vivir del Pleito Sutter». Y lo ganó, cuando en 1855 el honesto y puritano, juez Thompson falla a favor de Sutter,  él era el legítimo propietario de aquellas tierras de California. La noticia corrió entre los miles y miles de cazadores de fortuna, se lanzaron descontrolados a las calles, la ciudad se amotina. Las plantaciones, los establo, los molinos; las fábricas de Sutter son devastados, arrasados, incendiados. Quemaron el Palacio de Justicia y acabaron con la vida de los tres hijos de Sutter. Aquella resolución quedó sin efecto.

Sutter fue el caso de un desconocido que arribó a las ya promisorias tierras californianas, y en poco tiempo, llegó a convertirse en el hombre cuya amistad era buscada por los gobernadores mexicanos, por los colonos rusos del norte y los inmigrantes norteamericanos que llegaban del este. Sutter se pasó los años finales de su vida medio loco, viviendo como un mendigo y tratando de exigir el pago de la deuda que contrajo con él el Estado, hasta que un infarto se lo llevó en las escalinatas del nuevo Palacio de Justicia, en Washington, el 18 de junio de 1880, aguardando y reclamando, obstinadamente, justicia. Así es como el dueño de California murió como un mendigo en sus propias tierras a pesar del poder y riqueza que llegó a tener, Sutter murió en la miseria.

martes, 8 de mayo de 2012

Breve historia desconocida: Operación Algeciras

En 1982 con el conflicto por las islas Malvinas (Falklands Islands) desatado, la Armada Argentina evaluó y ejecutó operaciones de inteligencia para conocer los movimientos de la Flota Inglesa y de distracción para dificultar el despliegue de su fuerzas hacia el Atlántico Sur. Entre otras operaciones, se planificó atacar un objetivo inglés en Europa, con la idea de mostrarle a la Organización del Atlántico Norte (OTAN) y a sus integrantes en Europa, los riesgos de tener a una parte importante de la flota de la OTAN (la Inglesa), operando tan lejos de sus apostaderos habituales.

Un comando secreto de la Marina Argentina, llegó a España con la misión de sabotear la Base Británica de Gibraltar con minas submarinas recibidas por valija diplomática a través de la Embajada Argentina en Madrid. Estos sucesos tienen lugar siendo en España Presidente del Gobierno, Leopoldo Calvo Sotelo. La "Operación Algeciras" fue aprobada por el Almirante argentino Jorge Isaac Anaya, a la sazón mentor de la recuperación del archipiélago malvinense, quien la guardó en secreto a la mayor parte de sus camaradas. El comando estaba formado por 3 hombres, dos montoneros, especialistas en buceo, y un oficial de enlace argentino.

Estuvieron supervisando el tráfico naval británico alrededor de Gibraltar, preparándose para atacar un navío inglés, de la mayor categoría posible y para aumentar el impacto del incidente, este debía ser un buque de guerra, evitando así, además, posibles condenas internacionales por atacar un navío civil. Cuando un blanco de interés se hubiera puesto a tiro en la zona de Gibraltar, el comando de buzos argentinos tenía que actuar y colocar unas minas submarinas de fabricación italiana.

En cuanto a la elección de la base naval inglesa, no era factible una en el Reino Unido, ya que unos argentinos deambulando en sus proximidades levantarían demasiadas sospechas, por lo que se encontró como aceptable la base naval ubicada dentro de la colonia inglesa del territorio español de Gibraltar, en proximidades del puerto español de Algeciras. Además, la elección de ésta ofrecía la ventaja de un entorno mucho más favorable al operar el comando desde España, un país donde no tendrían problemas de idioma y llamarían mucho menos la atención. Según Anaya si la "Operación Algeciras" tenía éxito, nadie culparía a la Argentina: "Todos sospecharían de los enemigos de la OTAN, la Unión Soviética y sus aliados de la cortina de hierro, los islámicos del Líbano, o del Coronel Gadafi" presidente de Libia. Pese a esto, con esta operación, Argentina pudo implicar a España en el conflicto de las Malvinas, justo en el momento que España era finalmente aceptada como miembro pleno de la OTAN.

El Almirante Anaya confió la planificación de la operación y el armado del grupo comando al Contralmirante Girling, quien designó al mando al Capitán de Corbeta Infante de Marina y Buzo Táctico Hector Rosales, junto a tres guerrilleros ex Montoneros, Máximo Nicoletti, Antonio Nelson Latorre alias “el Pelado Diego”y otro experimentado alias “el Marciano”, todos con experiencia en buceo, además el hecho de ser antiguos guerrilleros y no miembros de las fuerzas armadas argentinas, en caso de ser descubiertos, el gobierno Argentino podría negar cualquier relación con ellos.

Conformado el grupo comando, se diseñó la operación Algeciras cuyo plan era trasladarse y montar la base en la ciudad portuaria española de Algeciras, ya que dada su cercanía geográfica, era la localización ideal. Allí pasarían por inofensivos turistas, aficionados a la pesca, teniendo así una excusa para pasar horas en su embarcación pescando, y analizar cuidadosamente los movimientos dentro de la base naval inglesa de Gibraltar. Para hundir el blanco seleccionado, se recurriría a tres minas magnéticas de fabricación Italiana cada una con 25 kilogramos de Trotyl, en la planificación se había desechado las minas magnéticas de fabricación argentina para eliminar toda pista del origen del atacante. El problema de introducirlas en España se solucionó recurriendo al sistema de la valija diplomática de la embajada argentina. Desde el aeropuerto de Ezeiza, en Buenos Aires, se enviaron vía aérea las tres minas magnéticas disimuladas dentro de una boya marítima, dirigida a la embajada argentina en Madrid, evitándose así cualquier intromisión aduanera. Conocido el plan y ajustados lo detalles, el grupo comando destacó la acción planeada por el mando naval: "La decisión de Anaya es una de las más revolucionarias que se tomaron en la Argentina, porque íbamos a atacar a la OTAN, a Estados Unidos; atacar en Europa era una decisión muy pesada, había que rescatarla desde ese punto de vista. Lo más importante era que mostraba hasta dónde quería llegar la Armada en su enfrentamiento con Inglaterra”. “Era una operación para llegar, ejecutarla en dos días e irse”.

Finalizada la planificación y la organización logística de la operación, solo restaba iniciarla, a partir del 24 de Abril del 82 el grupo de cuatro buzos tácticos viajó hacia Europa desde el Aeropuerto de Ezeiza en dos vuelos de Aerolíneas Argentinas diferentes, el Capitán Rosales y El Marciano volaron directamente a Madrid, en cambio Nicoletti y Latorre partieron hacía París, donde transbordarían de vuelo para llegar a Málaga y luego por tierra a Madrid. El grupo de Latorre y Nicoletti, en lo que se supone que debía ser una mera escala en París, tuvo el primer contratiempo. Para desvincular totalmente la operación con el gobierno argentino, se recurrió a pasaportes falsificados. Estos fueron confeccionados por otro ex-montonero, Víctor Basterra, aunque los talentos del falsificador eran muy respetados, todo indica que en este trabajo no se habría alcanzado la calidad suficiente. Cuando llegaron a la capital francesa, oficiales de inteligencia sospecharon de los argentinos, los pasaportes falsos llamaron la atención, no parecían totalmente auténticos y la cooperación francesa hacia Inglaterra había comenzado, todos los argentinos arribados eran verificados especialmente. Luego de demorarlos un buen rato, se resolvió dejarlos continuar viaje. Aunque el incidente no pasó a mayores, siempre quedó la sospecha de que la inteligencia francesa pudo haber alertado a los servicios ingleses y españoles sobre la presencia de los argentinos.

Una vez en España, se hospedaron en un hotel en Estepona. Tras unos días empleados en preparar el terreno y observar el entorno, se dirigieron a Madrid donde pasaron unos días y se encontraron con Rosales y el Marciano. Tras ello se dirigieron a la oficina del Agregado Naval Argentino en Madrid, que ya había recibido las minas magnéticas italianas desde la embajada. El comando tenía que transportar en un largo viaje de más de 550 kilómetros los 75 kilogramos de alto explosivo en forma de minas submarinas, que además eran bastante voluminosas (60 centímetros de diámetro). En aquel año se celebraría el mundial de fútbol en España 82 y las autoridades españolas temían por la concreción de un atentado de la banda terrorista ETA, por lo que se había incrementado la seguridad y por ende los controles policiales en todas las carreteras. En ese ambiente especial de inteligencia y contraterrorismo debía moverse el grupo comando argentino, sin la información previa de la que sí disponían para otros blancos. Para moverse por España, el capitán Rosales había alquilado dos autos en Madrid y Nicoletti uno en Málaga. Para evitar ser descubiertos habían decidido hacer el traslado en silencio sin usar las radios para no ser detectados en el trayecto, en cambio para superar los controles carreteros, el grupo estableció un sistema de viaje seguro, el primer automóvil hacía las veces de vigía seguido por el segundo a 10 minutos de distancia y finalmente el tercero, en el cual se transportaban camufladas las minas, a otros 20 minutos. El viaje de Madrid hasta Algeciras se desarrolló sin incidentes y allí se alojaron en un hotel. Para moverse por la costa compraron en el Corte Inglés un bote inflable a motor y que posteriormente usarían para realizar el minado del objetivo. En sus salidas de pesca, en las que se movían con total libertad por la zona, comprobaron que las medidas de seguridad eran bastante escasas y por tanto estimaron que la operación era finalmente realizable.

El primer objetivo que cumplía parte de los requisitos (buque militar ingles importante) era un pequeño minador atracado en puerto, pero por un lado se trataba de un objetivo bastante modesto, y por otro, en aquellos momentos, Argentina buscaba una solución diplomática al conflicto, que habría fracasado en el momento que se produjese el ataque a la base inglesa; la mediación del Presidente Peruano Dr. Fernando Belaunde Terry, estaba muy avanzada y había alcanzado un gran consenso en la comunidad internacional.

Es por esto que a pesar de la llegada a puerto de otros posibles objetivos que sí cumplían los requisitos planificados, como un destructor ingles y algunos buques logísticos, siempre que el comando solicitaba permiso para ejecutar la operación, éste le era denegado desde Buenos Aires. Todo cambió cuando a las 16:01 del 2 de Mayo el Crucero ARA “General Belgrano” de la Armada Argentina fue torpedeado y hundido por el Submarino atómico ingles HMS “Conqueror” encontrándose fuera del área de exclusión establecida por Reino Unido, sin ser un riesgo para la flota inglesa y alejándose de la zona del conflicto navegando a baja velocidad, lo que cumplió con la meta política inglesa de destruir cualquier posibilidad de solución pacífica y obligar a la argentina a meterse en una guerra. Al no haber vuelta atrás y quedando claro el fracaso de la vía diplomática, el 3 de Mayo Anaya dio luz verde al Capitán Rosales para atacar al primer blanco que cumpliera los requisitos, a partir de ese momento, el primer barco militar inglés que entrase en Gibraltar sería minado. Tras el visto bueno para la operación, llegó a la base de Gibraltar la Fragata HMS “Ariadne” que se convirtió en el objetivo. La noche del lunes 8 de Mayo, la fragata entró en el puerto y se fijó para la noche del 9 el ataque en caso de que continuase ahí.

El 10 de Mayo por la mañana, el Capitán Rosales y Latorre fueron a renovar el alquiler de los coches que, con tantos retrasos en obtener la luz verde para la operación, se había vencido el día anterior y era necesario para garantizar la huida sin problemas en los controles ruteros, mientras que Nicoletti y El Marciano permanecerían durmiendo para estar descansados para la noche del ataque ya que les tocaba el trabajo más duro al tener que bucear un tramo prolongado. Para pagar el alquiler utilizó dinero en efectivo, pagaban en dólares americanos en los establecimientos españoles. En Argentina era normal que la gente pagara tanto en dólares como en pesos, pero en España nadie pagaba en dólares, sino en pesetas, en aquella época aunque en estos casos es habitual pagar con tarjeta de crédito, y la policía española andaba tras la pista de unos argentinos y uruguayos presuntos planificadores y ejecutores de un asalto a un banco local, así que, tras haber pagado en efectivo al alquilar el primer coche en su llegada a España, la policía solicitó a la empresa de alquiler que les avisasen si volvían por sus oficinas, y así lo hicieron la mañana del 10 de Mayo, donde finalmente detuvieron a Rosales y a Latorre, luego, 4 agentes despertaron a Nicoletti y al Marciano a las 12:30 mientras aún descansaban en el hotel.

En la detención solo participaron efectivos españoles, los que propinaron un trato ejemplar a los argentinos. Cuando la policía española detuvo a los argentinos, estos trataron de continuar la operación a cualquier precio. Fue por eso que el capitán de la operación pidió hablar a solas con el comisario, con quien tuvo la siguiente conversación: "Soy el capitán Fernández, de la Armada Argentina, y estoy en una misión secreta. Desde este momento me considero prisionero de guerra y no diré una palabra más". "Si tú eres marino argentino, yo soy sobrino del Papa" le contestó risueño el comisario y ordenó a la policía que detuviera a los otros dos argentinos que esperaban en el hotel en el pueblo de San Roque.

Cuando los miembros de la operación fueron capturados se dieron cuenta de que el trámite de detención se iba a demorar mucho, por lo que les pidieron a los policías almorzar con ellos. Según relataron los mismos miembros de la operación; "Fue un almuerzo muy divertido, los policías españoles lamentaban que este hecho hubiera llegado a sus superiores, y de no haber sido así, los hubiesen dejado libres", recuerdan los miembros de la operación. Posteriormente al almuerzo, el capitán y los ex guerrilleros miembros de esta operación fueron transportados por tierra hasta Málaga, donde en aquellos momentos se encontraba en el presidente del gobierno español, Leopoldo Calvo Sotelo, quien regresaba a Madrid, tras un mitin de la UCD, ya que se encontraba en la zona en plena gira de campaña electoral, y que para evitar cualquier fuga de información y que el asunto trascendiese más, ordenó desembarcar la custodia de su avión, embarcar a los 4 argentinos y a otros 4 efectivos policiales y despegar inmediatamente rumbo a Madrid. Eso fue a las cuatro de la tarde, poco más de 3 horas tras la detención. Una vez en la capital, salieron desde el aeropuerto de Barajas rumbo a las Islas Canarias acompañados de la policía, donde hacían escala para su destino final, Buenos Aires, viaje que ya harían los cuatro buzos argentinos, solos hasta Ezeiza. Para salir de España, utilizaron los mismos pasaportes falsos con los que entraron.

El incidente se saldó a satisfacción de todos: los argentinos porque, aunque no lograron su objetivo, preocuparon seriamente a sus enemigos y no se vieron envueltos en ningún escándalo internacional; los españoles evitaron problemas con sus recién estrenados socios en la OTAN sin tener que enfrentarse con sus hermanos latinoamericanos, y los ingleses, felices también porque que no se produjo el atentado y evitaron un papelón militar.

Con esto finalizaba la “Operación Algeciras”, quedando en el aire grandes incógnitas como ¿qué fue lo que puso tras la pista del grupo comando a la policía española? y más importante aún, si Anaya estaba acertado en su planteamiento de atacar a la Marina Británica en Europa, con la posibilidad de dejar a España muy complicada con sus aliados de la OTAN? y ¿cuál hubiera sido la reacción de Inglaterra al mostrarse vulnerable en su territorio?, de lo que no hay dudas, es que militarmente, hubiera sido un golpe magistral al corazón británico. Las razones por la cual esta operación no pudo ser llevada a cabo son muchas, se dice que si el grupo hubiese sido provisto de un mapa militar en lugar de un mapa turístico, hubieran llevado pasaportes falsificados de buena calidad (no como los que llevaron, que ya generaron sospechas en Francia, primer destino de los miembros de la operación), y hubiera utilizado tarjetas de crédito en lugar de dinero en efectivo, la historia hubiera tenido otro desenlace.